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viernes, 17 de abril de 2015

Mis Notas de Campo III por Vivina P.. Salvetti


Tercer Registro de Campo
Palabras introductorias
El relato que sigue incluye unas reflexiones metodológicas insertadas sobre  el relato original,  motivadas por el ejercicio  de relectura del mismo varios años después de su realización.
Junto con la necesidad de volcar estas reflexiones, me vienen a la mente las recomendaciones de una de las profesoras a cargo de los masivos teórico-prácticos de la Cátedra. Hace falta mucha relectura y reescritura de los registros sumado a darse el  tiempo necesario para hacerlo y lograr así identificar claramente el modo en que los grupos construyen su identidad mediante las particularidades de  relaciones  dadas al interior y entre los grupos observados.
Varios años después, pude corroborar que tenía razón y es el motivo que me impulsó a completar algunos datos faltantes y  dejar otros pendientes para compartirlos más adelante.

Registro de Campo N°3
Situaciones Registradas
     Observar entrenamiento de  perros y caballos para terapia
     Observar y participar en rutinas de cuidado de animales
Duración: Quince horas
   
 Cambiar de Caballo a mitad del río
Concluido el intento para relevar datos en el ámbito del Zoológico, tuve que buscar un nuevo referente empírico que me permitiera continuar con  la propuesta inicial, con todos los inconvenientes que implicaba a mitad de la cursada.
Como mis intereses giraban en torno a los efectos diferenciados sobre individuos derivados del trato interactivo con animales, mi primer paso consistió en navegar por Internet para conocer otras instituciones que se valgan de animales como ayuda en diferentes terapias, entre las más conocidas que se cuentan está la Equinoterapia, o terapia ayudada por  caballos.
Entre los requisitos que la institución elegida tenía que satisfacer se encontraba el factor de la distancia razonable, cosa para sostener las visitas en el tiempo que me quedaba hasta fin de año. No cuento con medio de movilidad propio aparte de mi bicicleta, y varias de estas instituciones se encuentran a considerable distancia de mi casa y las rutas conocidas. Sin embargo, debo reconocer que también abordé la búsqueda web con cierto requemor  de solo pensar en justificar nuevamente mis intenciones reales ante un desconfiado y cerrado grupo terapéutico.
Después de una ardua búsqueda descubrí una institución  a la que podía acceder fácilmente mediante los medios de transporte público. Se trataba de una institución que ofrece Equinoterapia para rehabilitación de diferentes patologías, pero sinceramente no estaba dispuesta a seguir perdiendo tiempo tratando de conseguir un permiso que difícilmente iba a conseguir. Además, los plazos de la Cátedra para entregar los registros a tiempo se mantenían sobre mi cabeza como la espada de Damocles.
Por fortuna descubrí que en esta misma institución, los días lunes ofrecían clases de Equitación debido a que era el día de descanso para los tratamientos de Equinoterapia.  Pero además y tal como supe después, a los caballos hay que cuidarlos y entrenarlos todo el tiempo, así que se aprovecha el espacio institucional para entrenar y ejercitar los animales que posteriormente serán utilizados en la Equinoterapia, y hacia el anochecer el mismo avezado entrenador ofrecía un curso para entrenar  perros domésticos.
 El entrenamiento en Equitación de carácter público y al que se accede pagando la entrada correspondiente  se encontraba vinculado con mi tema general y me permitía un ingreso para observar las actividades sin tantas complicaciones. Fue así que caí en la cuenta que no se me había ocurrido pensar en este grupo de personas especializadas en entrenamiento  animal.
Con el fin de tantear el terreno, decidí acercarme al lugar durante la tarde, en el horario que se dedican a entrenar perros domésticos. Con todos mis temores a cuestas me dirigí a las dependencias dedicadas a tal fin.

Aprender a no meter la pata
Si bien la página de internet informaba la dirección de la institución, de la que me fijé en mi vieja guía de planos (En esos años no se contaba con el masivo GPS), una vez arribada en la zona me dí cuenta que imprudentemente no había anotado la dirección exacta.
Me vi obligada a dar varias vueltas en el lugar, preguntar a personas que caminaban circunstancialmente sobre el sitio, hasta que dí con un portón de hierro que conducía a una callejuela con ripio en cuyo lateral izquierdo se asomaban los muros y las ventanas del lugar.
Hacia el final de la calle se extendía una pequeña rampa de metal co su correspoondiente baranda  que conduce a una antigua puerta de hierro de doble hoja, vidrios translúcidos y un altísimo umbral. Al costado de la puerta un único y discreto cartel de madera con el perfil de un caballo rezaba “Equinoterapia”
Respiré hondo y entré.
La puerta de hierro permite el acceso a un espacio alargado que parece una especie de bar, con una pequeña mesada y cocina al costado derecho. A la izquierda, una pequeña heladera de puertas transparentes pone a disposición del público diferentes bebidas gaseosas.
El sitio está vacío aunque con las luces prendidas. Me llama la atención un armazón de caño de hierro doblado, que simula un caballito estilizado.Sobre su lomo,una montura con las siglas de la institución.
Una enorme cartelera de dos metros por uno uno y medio sobre el costado izquierdo a la puerta de ingreso, reúne una serie de fotos de diferentes etapas del lugar. Grupos de fotos históricas, del momento que se adecuó la antigua edificación para su apertura con fines de equinoterapia. Posteriormente me enteré que eso ocurrió en el año 1977, en una época en que la terapia con animales no tenía la difusión que tiene ahora, y lo que convierte a su fundador en todo un referente sobre el tema. Completaban la galería de fotos imágenes de diferentes convenciones, fotos de los chicos haciendo terapia, así como afiches que anuncian una próxima jornada sobre “Patologías del tubo neural” a realizarse en otro lugar.
Sobre una de las paredes, una serie de estantes acomodan varios cascos de equitación de diversos tamaños.
Distribuidas en el espacio iluminado pero inhabitado, varias sillas y mesas de madera.
Sobre una de las paredes posteriores, una pequeña puerta de madera conduce a un espacio también pequeño de juegos terapéuticos, muñecos inflables, pelotas de diversos tamaños y dibujos infantiles en paredes con grandes y enormes ventanales. Este espacio para juegos también se encuentra vacío.
Continúo caminando hacia el fondo en este espacio que parece habitado solo por mis propios fantasmas hasta que me llegan ecos de voces a medida que sigo avanzando, por lo que continúo caminando hacia el fondo hasta encontrar un grupo pequeño de personas  con sus perros  y reunidas en ronda, siguiendo las intrucciones de un individuo de unos sesenta años y contextura mediana.

Mascotas aprendiendo
Me quedo parada de lejos, para no interrumpir (se me había hecho bastante tarde dando muchas vueltas antes de encontrar el lugar). Mientras tanto, observo no solo cómo el entrenador da sus indicaciones, sino cómo responden las mascotas y sus dueños.
Entre los participantes hay un jovencito de unos catorce años con un enorme Golden Retriver que no deja de observar a su amo ni por un momento, y obedece.
Un señor mayor en cambio, trata de  mantener sujeta a una ovejera bastante inquieta.
Una joven con un “puro perro” que parece contar con muchos años, sin embargo ( y fue lo que me llamó la atención) aprende y sigue las órdenes igual o mejor que los otros.
Luego de estar un rato de pie en el umbral, pretendo acercarme a unas personas que estaban sentadas observando y obviamente forman parte del grupo. Digo que pretendo porque el entrenador me dirige una mirada y un gesto firme con la mano, al que sigue “Espere allí. Estoy con los perros.” Permanezco parada donde estoy e inmediatamente dio permiso para un descanso  y  “para que los animales salgan a hacer pipí”
Aproveché el intervalo para acercarme y presentarme ante el entrenador y además de disculparme por  interrumpir su clase. le explico el propósito de mi visita. Trato de explicarle que estoy haciendo un trabajo para la facultad, que me gustaría observar las actividades de entrenamiento de caballos que hace los lunes, que estudio antropología y me gustaría entrevistarlo. Pero parece confundir el trabajo antropológico con el  periodístico.
Tengo que admitir que tampoco  me esfuerzo mucho por aclararle las particularidades del abordaje antropológico durante el descanso.  Creo que todavía estaba procesando la confabulación grupal  que había sufrido pocos días antes, donde no importó cuánto me esforzara por aclarar  los objetivos de mi trabajo. Arrastraba la sensación  que sería inútil y que lo mejor era tratar de conocer el lugar e interactuar con los presentes. Solo después vería el modo de comprender  el “juego social particular” de este ámbito, uno de los aspectos  a describir dentro del abordaje etnometodológico recomendado por la cátedra para las prácticas antropológicas.
Luego de hablar con el entrenador, se me acerca Adriana para presentarse amistosamente una bióloga que trabaja en el Muñiz, quien  desde su propia experiencia imagina que estoy allí por amor a las mascotas. Me dice que se equivocó de vocación.”Me hubiera encantado ser veterinaria, por eso vengo aquí, para estar en contacto con los animales.”
También conozco a Teresa. Parece colaborar con el entrenador.
Otra adulta jóven, Verónica, habla poco, observa. Después la vi cancelando con Teresa la primera clase y confirmando que vndrá la semana que viene.
Mientras se reanuda la segunda parte del entrenamiento, Adriana me invita al mini bar de la entrada y me ofrece un café express (Después me enteré que trae las cafeteras de su casa) Me comenta que asiste a las clases  de equitación desde hace aproximadamente un año  y  aunque no tiene mascotas para entrenar, parece disfrutar de simplemente quedarse para observar  los entrenamientos  y  conversar con el grupo.  Con respecto a lo que opina del  entrenador, me dice que es el mejor del país. Que tiene vastísima experiencia. “Tenés que venir” concluyó.

El Entrenador
Una vez terminada la clase algunos alumnos se retiran pero otros se quedan a conversar en el mini bar, donde se arma una amigable ronda de conversación que parece ser habitual luego del entrenamiento. En ese ambiente agradable  me dispongo a conversar con el entrenador, en medio de todos los presentes, y luego de haberle anticipado el motivo de mi presencia, me animo a sacar la libreta de notas.
Me cuenta (en los dos sentidos semánticos: cuenta no solo con el sentido del relatar, sino  en el sentido inclusivo de quien repite algo conocido por todos pero desconocido para mí) que  aprendió el oficio de su padre, militar y entrenador de perros para la Policía Federal,  así como de caballos para el Ejército en Campo de Mayo.
Cuenta, con voz firme y pausada, que allí mismo en Campo de Mayo se encuentra una estatua del perro Halcón, muy querido por las Fuerzas y que fuera entrenado por su padre. Mientras tanto, surgen comentarios  por parte del grupo sobre los perros que acaban de recibir su entrenamiento.
Comento (en palabras dirigidas al entrenador pero también para todos) que me llamó la atención que un “perro con canas” pueda responder tan bien a las órdenes que aprende. Expresé un supuesto personal, y creo que de mucha gente, que solo pueden ser entrenados los perros jóvenes.
El grupo comenta que Patán -así se llamaba-  está aprendiendo muy bien. “En realidad no hay un límite para que los perros puedan aprender. Lo que sí y por otra parte insisto siempre es que los perros deberían estar con su madre por lo menos hasta los tres meses, para que les enseñe muchas cosas. Lo usual es que los entreguen a los 45 días, pero me parece una barbaridad.  En algunos criaderos para sacarse a los perros de encima los están entregando a los 20 días, que definitivamente es un disparate pues no pueden desarrollarse igual que si pasan un buen tiempo con su mamá”
Alguien pregunta si Patán fue encontrado en la calle.”No lo sé,lo que sí puedo afirmar  es que la pasó bastante mal. Luego de observar un animal por un rato puedo decirle si fue golpeado, si recibió escobazos, si se peleó con otros perros…”
Otra persona contrasta a Patán con la ovejera, cuyo dueño todavía permanece en la ronda. “Si, es una perra que va a costar mucho entrenarla…pero es por el dueño”  Todos ríen.  Alguien me comenta que el dueño es cuñado del entrenador,  lo que explica esta pequeña broma familiar.
Cuando la reunión informal llegó a su fin, arreglé con el entrenador los honorarios y quedé en comenzar a asistir la semana entrante.


El Picadero
El Picadero  según la definición del ámbito de la equitación es :“Lugar cubierto y cerrado que sirve para adiestrar caballos e instruir jinetes”
La semana siguiente ingreso por la misma puerta por la que lo había hecho la semana anterior solo que para continuar  el largo trecho hasta el ingreso del picadero, donde estaba sentado don J. en una sillita, mientras tres caballos permanecen atados ordenadamente en las columnas del centro del  Picadero.
 Este ámbito, de aproximadamente cien metros  de lado y treinta de alto fue reconstruído en 1977. Las fotos de la Cartelera permiten observar el estado inicial del predio: Paredes deslucidas,  vidrios de los abundantes ventiluces que rodean las paredes completamente rotos bajo un techo que  estaba lejos de cubrir  al contar con unas pocas  chapas de fibrocemento en su lugar. La secuencia de fotos da cuenta de la restauración así como de la fiesta inaugural de una actividad terapeutica vinculada con caballos absolutamente novedosa en Argentina. Los ejercicios de equinoterapia  realizados durante la semana  que fueran iniciados por don J.  actualmente se encuentran a cargo de sus hijos, tambien Entrenadores.
Tales actividades terapéuticas se realizan durante la semana salvo los lunes, distinción que emergió de mi búsqueda comparativa  en Internet  descripta al inicio de este registro.  El día lunes se reservaba para las actividades del padre, donde se alternan prácticas de equitación para todo interesado, al mismo tiempo que se entrenan y acicalan los caballos utilizados en  terapia durante la semana. Las actividades de los lunes  a cargo del padre son completadas con el ofrecimiento de un curso aparte  en horario vespertino para entrenamiento  canino, descripto al inicio.
Afortunadamente, el abono de ingreso de los lunes  permitía quedarme en el predio practicamente todo el tiempo que quisiera, y observar los ejercicios de equitación, de entrenamiento y acicalamiento equino, así como de escuchar los relatos de don J durante las horas del almuerzo y la merienda de los que disfrutábamos todos los presentes.
Aunque el pago de la entrada me hubiera  habilitado formalmente para participar de las prácticas de equitación, me fui sintiendo más cómoda (y segura, para qué negarlo) manteniendo un lugar  distante del aprendizaje de amazona. Me encontraba más a gusto en un lugar circunscripto a la interacción con el grupo y el cuidado con los animales. En mi interior decidí que lo más adecuado  sería postergar las prácticas de equitación para iniciarlas una vez concluídos mis informes de campo que debía entregar regularmente hasta fin de año, y no generar confusiones respecto  del propósito de mi estada en el lugar. [1]
Finalmente había encontrado  un ámbito con las características recomendadas por Althabe donde llevar a cabo las practicas de etnometodología  nos beneficiara a ambas partes.
El enfoque etnometodológico  de la cátedra, uno entre muchos, resultaba muy apropiado para los practicantes de antropología. Permite aprender a observar cómo se construyen y relacionan grupos humanos, cómo se construye la identidad al interior de cada grupo y en su relación con otros. Las observaciones se plasman en descripciones etnográficas  escritas desde las notas de campo, descripción que incluye tanto el uso de diacríticos (usos y costumbres que identifican a cada grupo) como de términos “nativos” que es un concepto referido a aquellas palabras cuyo uso define  la pertenencia a un grupo particular.
También recuerdo que si debía guiarme por los comentarios de pasillo de la facultad, la Etnometodología era vista como un enfoque muy criticado por los estudiantes, críticas que se extienden a la Cátedra de metodología de campo. En cierto modo concuerdo con quienes sostienen que este enfoque, desde un recorte temporal sincrónico y abocado a la descripción de cómo construyen  los grupos  la mirada sobre sí y con otros, representa solo un aspecto del análisis antropológico. Sin embargo y una vez que han pasado  varios años puedo comentar desde mi experiencia personal que resulta el enfoque más adecuado para los ejercicios iniciáticos de todo practicante.  Tales ejercicios  etnometodológicos, lejos de condicionar un abordaje  teórico particular para las posteriores tesis de licenciatura, constituyen un paso necesario  hacia  el logro de una mirada entrenada sobre las interacciones  todo grupo que se presente como tal. En mi caso, repito que hablo por mí, agradezco haber podido aprovechar la experiencia que sin dudas dejó una huella valiosa e insustituible



Mi primera experiencia en el lugar
Cuando llego al Picadero, observo que el entrenador está hablando con Verónica y le ordena cepillar un caballo, algo que permite familiariarse con el animal a montar.
A  mí en cambio me ordena desatar uno de los caballos y llevarlo de la soga para que camine un poco dando una vueltas por el picadero.
No puedo disimular el temor que me produjo acercarme a un caballo tipo percherón, enorme,  temor que trataba de superar  mediante llevar a cabo el ejercicio propuesto.
Lo peor de todo fue que el personaje que más se daba cuenta de lo que me estaba pasando era el caballo mismo. El animal en cuestión se llamaba Póker, y sin duda su inmutabilidad  hace honor a su nombre.
Póker se queda  absolutamente inmóvil, se resiste a dejarse conducir por  el predio.
Me encuentro en la otra esquina del amplio predio. El entrenador no deja de gritarme indicaciones a las que acompaña con el gesto corporal: “Jale del lado derecho hacia abajo”, indicación que trato de imitar con lo que el enorme animal por fin da un par de pasos e inmediatamente se detiene para vaciar  su enorme vejiga sobre la arena.  No niego que me toma completamente por sorpresa.
“Háblele, tranquilícelo” (¿Y quién me tranquiliza a mí?)
El entrenador me sigue indicando los diferentes gestos y sonidos que debo emitir, pero nada, no tengo éxito. Luego de una eternidad de intentos, me doy cuenta que sin importar cuán bien imite el gesto del entrenador y repita las palabras mágicas,  el caballo parece haber captado el carácter de mis emociones más  básicas . Simplemente “me tomó el tiempo”.
Resulta bastante evidente que es mi primera experiencia con animales tan enormes, que me falta seguridad para acercarme a los percherones  y menos procurar subirme a alguno.
Resignada ante el fracaso, y con el propósito de que me familiarice con los equinos, el Entrenador me presenta a quien está a cargo del cuidado diario de los animales que se usan habitualmente para la terapia semanal, animales obviamente bastante mansos y que no deberían aumentar mi temor.
“Acérquele un caballo para acicalar” le ordena. Lo sigo hasta las caballerizas, ubicadas a unos pasos por fuera y detrás del Picadero.

Las Caballerizas
Las caballerizas se encontraban pocos metros detrás del picadero. Levantadas con ladrillos,  reunían una serie de habitáculos enfrentados  y separados por un pequeño pasillo central con puerta de entrada y salida, y umbral lo suficientemente alto y cómodo para que pasen los percherones. 
El lugar para acicalar los caballos se encontraba  al costado de las caballerizas, en una suerte de galería techada, y también con  separadores  para los animales.
El Cuidador me conduce hasta una yegua mansa ubicada en la galería, también tipo percherón y pelaje blanco. Mientras me muestra cómo pasarle el  cardador me  indica que debo hablarle al animal mientras trabajo ( y aprovechar para tocarlo y hacerle algún mimo sobre el cuello en particular)
Recuerdo que apenas me pasó el instrumento y comencé a tocarla, el animal se dio vuelta porque percibió que  alguien  desconocido  la estaba tocando, y me miró curiosamente con sus enormes ojos brillantes. Al cabo de unos minutos, el lomo que al principio aparecía tenso comienza a cambiar de textura.
El Cuidador, de unos cuarenta años, evidentemente conoce su trabajo. Aunque parece un individuo callado, está presto a responder mis inquietudes y atender mi seguridad mientras efectúo las tareas.
Amablemente me ofrece algunas recomendaciones para tener en cuenta. Por ejemplo, que debo mantener mis pies a medio metro de las patas (“para no ligar un pisotón con los cascos”).
Ante una duda  hago una pregunta  dirigida al Cuidador “Uy, tengo que pasar del otro lado.¿Por dónde conviene dar la vuelta a un caballo, por delante o por detrás?”.   Me contesta no el Cuidador, sino el Entrenador, quien se encontraba a pocos pasos observando cómo me las arreglaba con mi nueva  tarea, y lo hace con una frase que remite a una vieja época militar: “Los caballos por delante, los cañones por detrás:” Me largo a reir por el tono en que lo dice.
En las caballerizas consigo enterarme,  por suerta para mi herido amor propio, que Póker, a pesar de presentar el aspecto de todo un caballo maduro, es un caballo nuevo  en le lugar, recién adquirido de una Estancia. Acostumbrado  a responder unas pocas órdenes de sus cuidadores anteriores para dar inicio a una actividad completamente diferente, Póker también requería un tiempo de entrenamiento antes de comenzar a integrar el staff de animales listos para soportar  el peso, los embates y el maltrato físico de individuos con diferentes patologías neuronales.
Una vez que termino de acicalar en las caballerizas, el  Entrenador me llama para advertirme que no debo distraer demasiado al Cuidador con mi charla “Pues él está obligado a contestarle por educación, pero se atrasa con las tareas”.
Aprovecho entonces para volver al Picadero  y observar cómo el Entrenador dirige a los caballos y proporciona indicaciones en los ejercicios de equitación.
Me doy cuenta que Teresa es dueña de “Huesito”, un hermoso y elegante ejemplar, de  temperamento dócil y amable,con pelaje conocido como “malacara” debido a su mancha de otro color  en la frente. Al parecer Teresa mantiene a su caballo en las caballerizas del predio.
Mientras las postulantes aprenden a montar (no se si será por el horario, de lunes a la mañana,pero somos unas pocas mujeres  las que parecemos interesadas en la equitación y entrenamiento)Teresa  y Huesito las acompañan y de alguna manera sirven de modelo y  guía para los otros caballos y sus jinetes en el seguimiento de las  órdenes.
Todos siguen las órdenes (yo me limito a observar con deleite) Cabalgar para un lado, para el otro, dirigir el caballo hacia tal lado, con tal ritmo de galope, más rápido, más pausado. El tiempo pasa volando.
Al final de cada sesión de entrenamiento que pude presenciar,Teresa desencilla su caballo, le ofrece unos trozos de zanahoria como premio y le da un toque en el lomo que el animal entiende como el permiso para retozar en la arena. Es todo un placer observar al animal retozando en la arena y luego erguirse, sacudiendo la cabeza contento, antes de ser atado a la columna.
Terminado el tiempo, llega la hora del almuerzo, en una rutina habitual del lugar. Regido por los ritmos para cuidar los animales.


Charlas de Sobremesa     
Las conversaciones y las anécdotas durante la hora del almuerzo constituyen una oportunidad inigualable para captar no solo las “reglas del juego social” sino las representaciones de la vida cotidiana y aquellos procesos de construcción de identidad que en este caso giran en torno al cuidado y entrenamiento de caballos principalmente empleados en terapias neurológicas.
En medio de interacciones banales entre los miembros que pasamos a reunirmos en el mini bar, la conversación va girando hacia escuchar los consejos y la opinión del Entrenador sobre diversos animales.
Cuando alguien comenta sobre la violencia ejercida por un perro doméstico  difundida por los medios, el avezado entrenador ofrece otras  razones para el aumento de violencia por parte de muchos caninos. A las razones que solemos escuchar por parte algunos veterinarios al respecto, que aseguran que un animal es violento cuando ha rtecibido un trato distante por parte de los miembros de la familia, don J. ofrece una crítica sobre ciertos métodos de entrenamiento para perros de guarda:
“No se entrena a los animales para obedecer la orden del amo de aflojar la mordida”Sigue explicando que mantener la mordida es una característica biológica de todos los carnívoros.
“He visto cómo se entrena perros para atacar mordiendo la manga acolchada, y cómo se los festeja cuando logran arrancar la manga y se la llevan. Cuándo ese perro está en acción, no solo muerde, sino que arranca el brazo y se lo lleva porque está entrenado para hacerlo”
“Una vez me trajeron un perro que era considerado inútil y desobediente. Logré que comenzara a responder tanto a la voz de ataque como a la de detenerse.” Termina diciendo que luego llevó el animal a los dos inútiles que habían arruinado al animal.
Don J. habría de mencionar muchas veces cómo se “arruinan” a los animales desde una enseñanza inadecuada por parte de los humanos.
“Me va a arruinar el animal” sería una frase dirigida a los aprendices de equitación de los lunes que le escucharía muchas veces junto a las órdenes para conducir el caballo. Se trata de una advertencia que pone de relieve la responsabilidad humana en el entrenamiento de la conducta. Tuve la oportunidad de observarlo entrenando los lunes a la mañana tanto a caballos como a los jinetes.
Alguien en el almuerzo se detiene a preguntarle sobre la conducta habitual de los caballos. “¿Se echan para dormir o lo hacen parados?” Don J. contesta: en el campo algunos caballos se mantienen en alerta por los posibles predadores mientras algunos se echan en el pasto. Se echan para descansar o más a menudo para retozar, aunque es muy raro que se echen para dormir”
Aduce que se debe a que el caballo es presa, no predador. “El primer instinto del caballo cuando nace es pararse  y luego tomar calostro. Es la principal diferencia con los carnívoros cuyas crías tardan más en independizarse”
Alguien pregunta por la placenta “Durante mucho tiempo no se sabía que hacía la yegua con la placenta.En estado salvaje las yeguas paren al amanecer o al atardecer, incluso en las tormentas, debido a que es el momento que merma el merodeo de predadores. Luego de nacer el potrillo la madre se come la placenta y procura no dejar ningún rastor en absoluto para que el olor no delate la llegada de un miembro vulnerable. Se dice que si la yegua no se come la placenta es porque el potrillo está enfermo y pronto morirá”.
Trabajos  para   el Ejército
A medida que me familiarizo con el lugar, me siento más cómoda para tomar notas durante esas ruquísimas conversaciones de sobremesa
Le hago una pregunta directa sobre sus inicios de Entrenador, y me remite directamente a la labor de su padre, el abuelo de los jóvenes a cargo de la Equinoterapia actual.
“Mi padre era militar y su ocupación estaba vinculada con caballos. En 1935 creo por pirmera vez la Sección Perros de Gendarmería Nacional.” Para crear la Gendarmería se tomó gente que ya integraba las Fuerzas Armadas y que había entrenado como personal especializado.
“Se eligieron los individuos más aptos y calificados (humanos y caninos). La Gendarmería Nacional, al igual que Prefectura Nacioanl Marítima son las únicas instituciones hechas a partir de una Ley, con alcance nacional”  En cambio, las policías locales responden a decretos también locales, con todos los problemas que conlleva la coordinación a nivel nacional.
Don J continúa con su relato, pero cuando quiero anotar algo me dice”No anote eso” y yo respeto su decisión.
 “He viajado por todo el país, pero siempre fui por los perros”
Comienzo a observar ciertas regularidades en los comentarios del Entrenador, que conseguí integrar en el informe final y contribuyeron a dar sentido al análisis etnometodológico.
 Aunque todas sus indicaciones de entrenamiento las realiza porque “Hay que mantener un orden,” y me atrevo a inferir que esta y otras son frases que remiten al ámbito militar donde se crió y comenzó a realizar sus primeras prácticas, también comienzo a observar que cada vez que menciona su vínculo con el Ejército o con la Policía, deja bien claro que  trabaja para el Ejercito o la Policía. Me da la impresión que trata de marcar tanto su independencia de las intituciones como su vínculo indudable con los animales.
Pero también hay lugar para anécdotas divertidas
Recuerda que una vez lo invitaron a un barrio militar de la Provincia de Buenos Aires para entrenar animales.  Se comentaba por lo bajo que a la noche algunos de los oficiales se pasaban a la habitación de algunas esposas que tenían sus maridos de viaje. En una ocasión llegó sorpresivamente el marido de una de ellas. Al amante no le quedó más remedio que salir corriendo en calzoncillos mientras el marido profería gritos que todos alcanzaron a escuchar.Si embargo, lo que más le llemó la atención fue que al día siguiente, en el Casino de oficiales, los dos (ofensor y marido ofendido) se saludaron como si no hubiera pasado nada…
En otra oportunidad  viajó a la Antártida, a la Base Marambio, para acompañar perros entrenados que habrían de quedarse allí. El viaje en el rompehielos Irizar fue toda una experiencia para él.
“El barco se levanta en la proa y luego cae en el momento de cortar el hielo, era bastante sorprendente” El viaje duró unos tres meses.
Pero lo que más le impactó fue toparse con la experiencia de encarar el aislamiento y la soledad de aquellos hombres. “Fuera del refugio solo hay hielo y silencio. Por supuesto que ni una planta, ni un animal a la vista… Yo estuvo pocos días, por los perros, pero para los residentes significaba pasar seis meses son luz de día y seis meses de oscuridad… los tipos no saben cómo ocupar el tiempo.”
“Jugaban a las cartas, al dominó, a lo que fuera… El lugar para vivir es pequeño y se pasaban la mayor parte del tiempo encerrados… En ese momento me di cuenta de lo difícil de esa vida…Por más que pasen solo un año, es para enloquecer a cualquiera”
Así, entre los cafés de Adriana y los dulces de Teresa, el Entrenador continúa desgranando una por una sus historias.






[1] Todavía no pude volver al  Picadero, las ocupaciones diarias así me lo impiden. Pero cada vez que veo un caballo en armoniosa unidad con su jinete, el sitio de entrenamiento vuelve a mi mente.

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