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sábado, 18 de julio de 2015

Sobre vocaciones, racionalidades y las diez razones para ser Científico, por Vivina Perla Salvetti


Hace unos cuantos años, en medio de una conversación informal con otros estudiantes, se armó un debate respecto de si  la antropología es realmente una ciencia y nosotros por tanto, científicos. (Nuestra carrera está clasificada como “Ciencias Antropológicas”) Recuerdo que uno de los presentes confesó que a él no le agradaba que lo vincularan con los científicos, que no podía identificarse con laburantes de laboratorio, después de todo, las materias se dictan en los claustros de Filosofía y Letras, no de Exactas.


Lo bueno de todo debate, es que ofrece la oportunidad de revisar lo que uno siente y piensa respecto de determinados temas, de confirmar o ajustar lo que pensamos, en este caso sobre vocaciones, que no es poco.
Creo que la discusión me incitó a pensar que quizás la confusión se deba a la asociación entre técnicas de laboratorio y racionalidad científica. Es decir, muchos asocian lo científico con un abordaje frío y racional de los fenómenos que deja fuera toda emoción para su resolución exitosa. Si fuera así, yo tampoco quisiera ser antropóloga científica. De hecho, como saben mis amigos, mi Tesis abordó emociones vinculadas a un determinado espacio que movilizaron  cambios sociales sobre una comunidad dada.

Si de algo sirvió tal debate informal fue para darme cuenta que desde hace muchos años vengo asociando el ser científica más con una actitud de curiosidad insaciable sobre  cosas y fenómenos que me rodean que con un pensamiento mecánicamente racional.

Aún desde la infancia y cuando la única continuidad personal en medio de tantas mudanzas y cambios de colegio la encontraba en mis queridos libros y  en mi hermano menor como compinche incondicional, ambos comenzamos a jugar sin darnos cuenta que éramos científicos famosos por haber descubierto algo bueno para la humanidad. Acompañados cotidianamente por series tales como Perdidos en el Espacio o el Túnel del Tiempo, jugábamos llegar a otro planeta o  descubrir un dinosaurio. O quizás la revolución doméstica provocada por la instalación del pequeño laboratorio de especialidades medicinales por parte de mi padre nos sumergió a todos en su empresa personal que requería necesariamente del apoyo familiar.

Estoy convencida que mi hermano, continuó jugando limpiamente en el diseño de absolutamente novedosos y  revolucionarios Programas de Computación elaborados en Venezuela durante fines de los setenta y principios de los ochenta, en una época en que la carrera de Analista de Sistemas ni siquiera estaba imaginada. En cambio en mi caso, debo reconocer que esta actitud  curiosa y lúdica que procura al mismo tiempo una descripción racional de los fenómenos sociales o naturales me trajo bastantes problemas en la vida. De hecho, he tenido que soportar el disparate que falsas amistades me trataran literalmente de bruja y llevaran a la Hoguera por darme cuenta solita de ciertas cosas que según parece  no eran convenientes que supiera, ni menos que las comentara en voz alta.
Por esto el libro del Dr Pérez Tamayo escrito a sus 88 años sobre Las diez razones para ser Científico  creo permite arrojar alguna luz sobre lo que básicamente significa serlo, en un texto escrito con un poco de ingenuidad, una buena dosis de humor y la necesaria pizca de ironía.

Comparto a continuación un punteo de sus ideas principales porque creo reúne recomendaciones  valederas no solo para médicos o  investigadores de laboratorios sino también para todo   antropólogo, en tanto invitan a mirar la Vida como un misterioso y estimulante  desafío cotidiano.


Diez razones para ser científico según el Dr Ruy Pérez Tamayo

1-    Para hacer siempre lo que me gusta
2-    Para no tener un Jefe en el trabajo. En este punto el autor aclara que remite a  la independencia intelectual indispensable en la vida de todo científico, en tanto cada uno decide en qué problemas trabajar, qué preguntas desea contestar y cómo lograrlo.
3-    Para no tener un horario de trabajo. Aclara que trabajar sin un horario preestablecido quiere decir que el científico tiene toda la libertad para cavilar sobre el tema de investigación durante todo el  día ya que “una parte muy importante de la ciencia es pensar, darle vueltas al asunto, imaginarse cómo podría ser la so­lución al problema que quiere resolverse, pensar y pensar. Y para eso no hay horario, no se empieza a las 08:00 a.m. y se termina a las 17:00 p.m.”
4-    Para no aburrirse en el trabajo. La actividad científica está llena de sorpresas. Continuamente  surgen nuevas preguntas, de tal manera que no hay aburrimiento. Se podrá estar cansado, frustrado, preocupado,  inquieto, curioso, estimulado, o hasta asombrado y feliz, pero nunca aburrido. Tamayo nos recuerda ciertas “reglas del juego” de la ciencia que deberían seguir la mayoría de los investigadores en su trabajo la mayor parte del tiempo: no decir mentiras, no ocultar verdades, no apartarse de la realidad, cultivar la consistencia interna, no rebasar el conocimiento disponible y aprender de los errores.
5-    Para usar mejor el cerebro. Para que haya creatividad científica es indispensable y fundamental el buen uso del cerebro (no es concebible que un investigador sea débil mental). Tener ideas y ponerlas a prueba es una forma de describir el trabajo del científi­co y no hay fórmula mágica para tener buenas ideas.
6-    Para que no me tomen el pelo. Una parte importante del espíritu de la ciencia es el escepticismo, esto es, cuando no hay una demostra­ción clara, objetiva y en lo posible, replicable, entonces no es creíble la información, nota o publicidad. La actitud crítica es otro aspecto indispensable,  que implica no solamente pedir razones y pruebas antes de aceptar una afirmación como real, sino poder anali­zar  y evaluar la misma críticamente.
7-    Para hablar y discutir sus avances con otros científicos, en foros, congresos y reuniones académicas
8-    Para aumentar el número de científicos en el ámbito local
9-    Para estar siempre contento. El mismo autor sintetiza sus vivencias en el siguiente párrafo:  “Yo he vivido siempre bien contento como investigador científico porque nunca me interesó hacer mucho dinero ... Siendo muy joven me encontré con la investigación científica, me encantó y he trabajado en ella toda mi larga vida. Mi trabajo es estimulante, divertido, muy variable, siempre hago lo que me gusta, no tengo jefe ni horario de trabajo, nunca he estado aburrido en mi laboratorio, hago el mejor uso que puedo de mi cerebro, no de dejo que me tomen el pelo ni empresarios ni  políticos, casi todos mis amigos son científicos, hablo con ellos en su mismo lenguaje, y he sido profesor de muchos científicos.”
10-                     Para mantenerse eternamente joven. Se aprecia que la investigación científica es una actividad a través de la cual se puede conservar la “eterna juventud”  debido a  que no hay una fecha límite para hacer descubrimientos significativos. Los científicos que siguen participando activamente en sus investigaciones no es que no han envejecido, sino que su dedicación a la ciencia contribuye a mantener la vitalidad.


(Del libro Diez razones para ser científico, por el Dr Ruy Pérez Tamayo, investigador mexicano  que actualmente cuenta con más de noventa jóvenes años)

Felicidades en la elección vital, queridos amigos!!!