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domingo, 30 de julio de 2017

El concepto de Arte en Sociedades Orales, por Vivina Perla Salvetti


Hola amigos.
Comparto apuntes que vengo realizando hace años respecto a la necesidad de revisar supuestos teóricos al momento de analizar algunos registros arqueológicos

El cuerpo mediatizado, los ritos y la evidencia arqueológica

Estamos tan acostumbrados a participar de la experiencia estética musical respetuosamente sentados en nuestras butacas, o apreciar obras plásticas como la escultura o la pintura desde la experiencia absolutamente visual y silenciosa, que nos cuesta imaginar la experiencia de involucrar el cuerpo y todos los sentidos en el momento de la creación estética grupal.
Una práctica que puede darnos alguna idea de cómo todo el cuerpo  se halló involucrado en la realización de pinturas rupestres [1] son las ceremonias que aún  hoy siguen siendo realizadas en Australia por grupos nativos.
Estos grupos aborígenes abogan en la actualidad por su derecho a continuar con prácticas ancestrales de repintado de imágenes que requieren ser acompañadas de pintura corporal, cantos y danzas. Práctica que, por supuesto choca de frente con la noción europea de patrimonio universal rupestre, que se mira y no se toca, generando grandes debates académicos.
Acerca de la controversia provocada por el repintado de figuras Wandjina, en las rocas de la zona de Kimberley occidental, al noroeste de Australia quizás resulte iluminador conocer de primera mano la visión aborigen en torno al proyecto de repintado y su significación, junto con una explicación y discusión acerca de sus implicancias, tal como se puede apreciar en la declaración de Mowaljarlai publicada originalmente en 1988 que se transcribe parcialmente a continuación:
Alguien me dijo recientemente que el “arte rupestre está muerto”… si el arte está muerto,  no nos importa a nosotros los aborígenes. Nosotros nunca hemos concebido a nuestras pinturas rupestres como Arte. Para nosotros son imágenes con energías que nos mantienen vivos…fueron puestas allí por nuestro Creador Wandjina, para que nosotros supiéramos cómo mantenernos vivos.
“Debemos conducir esas imágenes de vuelta a la tierra danzando  en corrobboreess [2]. Eso nos haría aprender la historia, poner nueva vida en esas imágenes… Nosotros leemos los mensajes sagrados en nuestras pinturas rupestres, de las piedras y de las imágenes de la tierra.
“La historia en nuestras imágenes rupestres es directa. Es por ello que debemos cuidar las imágenes para que la vida en la tierra pueda continuar”


Esta declaración de primera mano resulta sumamente iluminadora para arribar a una comprensión de cómo en estas ceremonias de repintado se hallan involucrados todos los sentidos del cuerpo: constituyen la vía regia para conectarse con sus emociones más profundas, expresar continuidad con la memoria de sus antepasados y cuidar una tierra de la que se sienten tan responsables como de cuidar que las imágenes “se mantengan vivas” desde hace milenios. Nunca concibieron a las pinturas como Arte, sino como imágenes tan vigentes como ellos y su historia.
Se trata de una experiencia vivencial que no debería haber sido muy diferente para nuestros primeros antepasados, inmersos en un mundo de sonidos. La experiencia de los australianos actuales nos permite imaginar que para los primeros europeos las ceremonias involucradas en la realización de pinturas rupestres no deben haber sido muy diferentes.
Por su parte, la Arqueoacústica es una especialidad reciente que estudia el papel de los sonidos en las pinturas rupestres en la vieja Europa. Además de estudiar los “litófonos” (columnas naturales de las cuevas con capacidad para emitir sonidos musicales) otros estudios con instrumentos modernos de medición permitieron corroborar que en cuevas tales como Lascaux, en cada sitio ancestralmente marcado con un punto rojo, el sonido resulta tremendamente amplificado. Pese a las resistencias que tiene que enfrentar esta especialidad en el ámbito académico (obviamente no hay manera materialmente objetiva de constatar que efectivamente nuestros antepasados realmente amplificaron su voz para producir sonidos que imitan los de los animales que estaban pintando) el concepto de búsqueda de sentido mitológico que procura identificarse con su entorno natural ofrece un respaldo para esta reciente disciplina.



Las propuestas de disciplinas como la Arqueoacústica están llamando la atención sobre la necesidad por parte de la academia científica de revisar muchos supuestos que extrapolan directamente la definición de lo humano proveniente de la filosofía clásica en el abordaje del registro correspondiente a grupos paleolíticos
Entre esos supuestos que merecen discutirse se encuentran las definiciones del humano como “animal frío y racional” que elabora abstracciones conceptuales, o que resulta definido por el empleo de la lógica o falta de ella en las clasificaciones, por mencionar solo algunos.
A continuación, se comparten informes de dos hallazgos que fueron publicados en revistas de gran prestigio internacional como lo son Nature y Science, y los debates que suscitaron. Como suelo decir, una cosa son los hallazgos, y otra muy distinta, las interpretaciones sobre los mismos.

Hohle Fels: La caverna de sonidos olvidados
La revista Nature informa que los flautistas más antiguos conocidos hasta ahora vivieron en Europa hace unos 43.000 años luego que un equipo realizara el hallazgo en la cueva de Hohle Fels, Alemania de dos flautas datadas en esta época. Una de las flautas está realizada con marfil de mamut y la otra, mucho más delicada, con el hueso de un buitre leonado. Aunque en un principio se dijo que habían sido realizadas hace 35.000 años, y así se publicó en Nature, posteriormente gracias a un nuevo método de datación que tuvo en cuenta la edad de los huesos de animales de las mismas capas geológicas, se pudo corroborar con mucha mayor aproximación que resultaron 7.000 años más antiguas.[3]

A escasos centímetros de los restos de flautas en Hohle Fels se encontró una figura femenina que recibió el nombre de “La Venus de Hohle Fels”. La pequeña estatuilla de 6 cm. realizada a partir de marfil de mamut y con una antigüedad que data de 40.000 años representa la figura humana más antigua hallada hasta el momento.
Estos descubrimientos, volvieron a encender el debate entre los arqueólogos acerca de los orígenes y propósitos del arte, según manifiesta uno de ellos ante el Museo Smithsoniano mientras pregunta ¿Eran estas representaciones literales del mundo que nos rodea? ¿O  de obras de arte creadas para expresar emociones o ideas abstractas?
Curry pone de manifiesto los puntos de debate. Algunos expertos vieron las piezas talladas y halladas hasta ahora como representaciones "mágicas" para la obtención de animales de caza codiciados y, por tanto herramientas de supervivencia, no obras de arte. El problema (según sigue argumentando) es que muchas de las figurillas descubiertas hasta ahora representaban depredadores como los leones y osos no se corresponden a lo que comían los hombres prehistóricos. (Su dieta consistía principalmente de los renos, bisontes y carne de caballo, de acuerdo con los huesos que los arqueólogos han encontrado.) Otros perciben algunas estatuillas -incluyendo la conocida mitad león, mitad hombre -no como obras imaginativas sino como representaciones literales de alucinaciones experimentadas por chamanes tribales.
Las dudas que expresa el investigador recientemente, demuestran de nuevo que, una cosa son los hallazgos (que requieren ser corroborados por datos duros que dejen fuera toda duda su autenticidad y antigüedad) y otra la interpretación que posteriormente se extraigan de dichos hallazgos. Particularmente los artefactos hallados en Hohle Fels, son citados aquí para revelar la necesidad de revisar muchos de los supuestos que sostienen la mayoría de los arqueólogos, tales como seguir interpretando las piezas como representaciones mágicas para una caza exitosa, cuando los animales representados no se corresponden con los restos hallados en el lugar sobre lo que efectivamente comían. El otro supuesto a cuestionar es la afirmación que quizás los grupos paleolíticos realizaran artefactos no utilitarios por “amor al arte” o para pasar el rato, pero si nos hemos de guiar por las expresiones de los aborígenes australianos, los grupos paleolíticos simplemente no entienden el arte según nuestro sentido estético derivado de la filosofía clásica.
Además ¿cuál habrá sido la impresión que tuvieron los arqueólogos luego de transitar el espacio donde se realizaron los hallazgos?  Una y otra vez quienes participan en esta clase de descubrimientos, tienen la sensación de estar frente al registro de gente muy similar a nosotros y esta no es la excepción. Curry transcribe en su artículo redactado para el Museo Smithsoniano las opiniones del arqueólogo que estuviera a cargo de los estupendos hallazgos de Hohle Fels. Expresó que sin importar que los objetos se califiquen como obras de arte o como talismanes para la suerte, está convencido que los hallazgos presentan la marca de un intenso florecimiento de la creatividad y constituyen un claro antecedente de las posteriores pinturas de bisontes, renos y leones sobre las paredes de cuevas como Chauvet y Altamira.
Sin embargo, resulta notable que el debate posterior se presentó entre quienes no estuvieron en el lugar y analizaron los objetos desde el prisma de sus conceptos previos. Aunque no es el propósito de este trabajo discutir en profundidad los conceptos occidentales sobre la experiencia estética, nada nos impide recordar las grandes dificultades que han tenido algunos filósofos para dar cuenta desde el lenguaje lógico-racional de una experiencia que involucra nuestras vivencias más íntimas como resulta la experiencia estética. Para colmo de males, muchos filósofos definen al arte como un adorno inútil, producto del ocio: con tal marco conceptual, el Arte abordado con esta mirada no proporciona ninguna respuesta adecuada a la abundante variedad de expresiones que en el pasado involucraron la expresión participativa del cuerpo, ni los sentimientos volcados en la elaboración de flautas que permitieron al ejecutante y desde su exhalación vital imitar el exquisito canto de los pájaros.
Creo que el problema central en muchos debates sin resolución se debe a la insistencia de muchos en una búsqueda en el registro arqueológico de algún rasgo incipiente de la especificidad humana anclada en la abstracción racionalidad clásica, por pequeña que fuera que admita seguir su desarrollo lineal. Tal abordaje considera que los individuos del pasado si y solo si pueden ser reconocidos como Homo Sapiens a condición de revelar algún atisbo de  desapego emocional en el ejercicio intelectual de cualquier técnica, de la misma manera que la reflexión filosófica requiere de un abordaje del conocimiento absolutamente despojado de toda emoción [4]
En cambio y si hubiera alguna manera de acceder al registro con una actitud que atienda a las emociones contradictorias de amor y temor propiciadas por un entorno absolutamente hostil, sería posible imaginar que se trata de emociones que requirieron de una conciliación de sí con el entorno mediante un pensamiento que produzca símbolos materiales que expresen tal superación. La reproducción de los sonidos de los pájaros utilizando huesos de aves para la realización de flautas, además de evidenciar una larguísima observación del medio natural sin duda permitieron a sus creadores y ejecutantes manejar los temores adecuadamente y superarlos con eficacia.

Diepklooff: Un enigma grabado hace 65.000 años
  Otro hallazgo notable fue publicado por la revista Science años atrás. En principio un equipo de investigación  encontró pistas en Sudáfrica según las cuales ciertos elementos encontrados en la cueva de Blombos de probado origen humano, tendrían 100.000 años de antigüedad,hallazgo al que se sumaría otro realizado en el estrato correspondiente a 77.000 años de antigüedad ubicado en el mismo sitio .[5] 
El equipo de investigadores que había excavado Blombos, de la Universidad de Burdeos, sostuvo que la antigüedad de las piezas halladas (elementos para preparar ocre rojo) supondría la existencia de una tradición simbólica continua de larga duración. Sin embargo otros arqueólogos cuestionaron el carácter de las marcas que presentaban algunas de las piezas halladas.
Desde 1999 estos investigadores han estado trabajando en una localización diferente a la cueva de Blombos: el refugio Diepklooff, hacia el oeste y a unos 180 km de Ciudad del Cabo.
El experimentado equipo ha encontrado nada menos que 270  fragmentos de cascarones de huevos de avestruz con “inscripciones” humanas inequívocas: rayas, marcas y patrones geométricos que son las más antiguas que se conocen, nada menos que hasta 65.000 años de edad.



Como se trataba del mismo equipo sobre el que se había cuestionado el carácter intencional de las marcas que presentaban algunos elementos de Blombos, no debería llamar la atención el cuidado que pusieron en tratar de defender el carácter simbólico de las marcas en las piezas de Diepkloff. El largo informe de la revista PNAS de la que Scence no presenta más que una reseña, describe lo que para el equipo constituye evidencia indudable de pensamiento simbólico:
“El comportamiento simbólicamente mediado constituye una de las pocas marcas universalmente aceptadas de la conducta moderna… Las prácticas simbólicas han sido definidas como producto de convenciones sociales… En todos los casos se trata de prácticas que requieren de adherencia a normas colectivas… (los diseños) demostraron una clara estandarización en el grabado y presentan una repetición de patrones en concordancia con algún modelo mental diseñado por el grupo
El párrafo precedente tomado del artículo original escrito por el encargado del equipo de investigación informa que las prácticas simbólicas se definen por resultar socialmente construidas y consensuadas. Además, en todos los casos se trata de prácticas que requieren adherencia a normas colectivas. Según palabras de los investigadores, la repetición de  patrones regulares en la práctica son elementos clave para la emergencia de una tradición. Sin embargo, reconocen también que la cuestión de “dónde, cuándo y bajo qué formas aparece la tradición simbólica en la evolución humana” sigue siendo un tema crítico de abordar teóricamente. De todos modos, el equipo tiene toda razón para defender su hallazgo en el que los diseños grabados abstractos se presentan como evidencia de conducta intencional.
El informe original adjunta el relevo etnográfico realizado sobre los grupos del Kalahari quienes usan los huevos de avestruz como cantimplora, y los decoran para identificar al dueño o el contenido. Lo notable es que el registro arqueológico muestra que hace 60.000 años era igual. El equipo de investigación concluye que el nuevo hallazgo constituiría la prueba más antigua de la existencia de expresión gráfica en la población prehistórica por parte de grupos cazadores-recolectores.
La controversia que surgió luego de la presentación del hallazgo resulta sumamente llamativa. Science pregunta “Pero ¿es esto realmente simbolismo? “Si”, según el arqueólogo que evaluó el informe, Stanley Ambrose. “La diversidad de diseños y motivos es impresionante. Añade un importante corpus de evidencia sobre el desarrollo de la expresión simbólica y artística en África”
Sin embargo, otro de los evaluadores no está seguro. “Los grabados pudieron haber sido realizados por propósitos estéticos ajenos al simbolismo” dice el arqueólogo Thomas Wynn, “Los investigadores necesitan demostrar que la realización de grabados requiere pensamiento simbólico”, en vez de simplemente asumir que lo son.
Este estupendo hallazgo tal como fuera reseñado por Balter para Science pareciera quedar empañado por la crítica final de Wynn, que le resta mérito y exige que el equipo investigador justifique las marcas como pensamiento simbólico, en vez de aprovechar la oportunidad de iniciar una discusión académica para dirimir en base a estos hallazgos impresionantes en qué consiste exactamente el pensamiento simbólico.
Convengamos que el informe de Diepkloff no termina de contextualizar el extraordinario hallazgo al presentar una definición demasiado generalizada referida a la reproducción social de signos, informe que la crítica de Wynn para colmo responde desde nociones clásicas sobre estética que sugieren que los grabados bien pudieran haber sido fruto de marcas pasatistas realizadas durante la aburrida hora de la siesta, ya que el pensamiento simbólico parece ser solo aquel que depende  de los signos del lenguaje, y como los diseños del grabado no presentan ninguna indicación que los haga pensar como escritura, por lo tanto no merecen pensarse como simbólicos.
Nuevamente, se cae en la tentación de extrapolar categorías provenientes de la filosofía clásica, no solo las nociones estéticas, sino particularmente las que remiten al carácter racional de las expresiones gráficas empleadas para comunicarse. Sin embargo, otro abordaje es posible.
Los 270 fragmentos grabados de Diepkloff  reunidos en 2010 y cuyo análisis riguroso indica que comenzaron a realizarse hace 65.000 años,  constituyen la evidencia más temprana  del pensamiento que produce símbolos cuya fuente radica en  los sentimientos demasiado humanos de  identidad y alteridad: Sentimientos encontrados de pertenencia que procuran alguna expresión material referida a la presentación del sí mismo (individual o grupal) que al mismo tiempo permita diferenciarse del otro (individual o grupal).





[1] La relación entre la posición del cuerpo y la ejecución de pinturas rupestres europeas fueron analizados en su día por Leroi-Gourham (1971)
[2] Ceremonias aborígenes
[3] En el documental “La caverna de los sueños olvidados” (2011) realizado por Werner Herzog uno de los arqueólogos entrevistados muestra en pantalla  y ejecuta una melodía con un facsímil de estas flautas de 43 000 años.
[4] A la fría racionalidad kantiana se le opusieron abordajes  fenomenológicos que procuraron abordar al mundo desde la  Epojé (del griego ἐποχή “suspensión del juicio”) Para estudiar las vivencias en cuanto tales había que modificar nuestro modo ordinario de verlas y vivirlas. La epojé o reducción fenomenológica, nos coloca de lleno en el terreno de la subjetividad. Sin embargo, Husserl, hombre sumido escrupulosamente en la teoría, fue añadiendo conceptos que terminaron complicando la terminología y oscurecieron su novedosa  propuesta inicial.
[5] En esta cueva de Blombos fue donde se hallaron la mandíbula moderna y elementos para usar ocre rojo mencionados páginas atrás como registro exclusivo del Homo Sapiens. Además, se observaron ciertas marcas rítmicas regulares realizadas sobre elementos aunque cabían dudas razonables respecto su intencionalidad expresiva.

viernes, 28 de julio de 2017

Armando Reverón IV - Galería de Fotos

Hola amigos
En esta ocasión comparto varias fotos del mundo teatral creado por el artista venezolano Armando Reverón, y que fuera profundizado luego de conocer al psicoanalista Baez Finol.
Sus creaciones comenzaron a ser objeto de estudio en años recientes, aún más que sus cuadros, porque revelan su búsqueda superadora del tormento mental que le aquejaba consecuencia de sus lesiones en el SNC. Estas obras lo ubican como claro precursor de las llamadas técnicas de performance, escultura textil y collage con elementos reciclados.
El Castillete, creado por sus propias manos, al menos a mí, me parece precioso.
Que las disfruten!!!


        El pintor venezolano Armando Reverón (1889-1954) y dos de sus muñecas

                            El Castillete  Su Hogar desde 1920, levantado con sus manos

                                                            Portal de El Castillete


                                                         Reverón en  El Castillete








                                         Exposición en el MOMA de NY (2007)

                                                         
                                                                                   Hasta la próxima amigos!!!

Armando Reverón III - Entrevista al Dr. Artiles Huerta


                                            El Patio del Sanatorio, 1953
 (Realizado durante la última internación del pintor)

Hola amigos.
En esta entrega comparto con ustedes la entrevista ofrecida por el Dr Héctor Artiles Huerta a sus 94 años, y quien fuera médico residente del Sanatorio dirigido por Baez Finol y por tanto testigo privilegiado de la última internación del pintor y su fallecimiento ocurrido durante la remisión de la crisis psiquiátrica, mientras estaba preparándose para volver a su estudio a pintar.
Sus expresiones revelan un profundo humanismo médico y permiten conocer un poco más la personalidad de Reverón, y de los efectos de la mirada culturalista en psicoanálisis, aplicada por médicos que se animaron a ponerla en práctica y cuya difusión lamentablemente quedó trunca al no lograr formalizarse académicamente.
Artiles Huerta refiere sus impresiones como joven médico residente. Apoya la observación de Baez Finol respecto del mundo teatral creado por el artista, y con el que el artista profundizó su interacción luego de comenzar a psicoanalizarse con Baez Finol: la elaboración de tales artefactos respondían a la necesidad de luchar con sus padecimientos de salud mental, derivados de enfermedades que afectaron el SNC:
“La historia merece reescribirse... Estar enfermo no es ningún delito, es parte de la condición humana. Cualquier persona puede sufrir algún inconveniente psiquiátrico y sobreponerse. Sin duda alguna, el caso de Reverón es excepcional. A pesar de su enfermedad, nos legó una obra monumental” insiste Artiles Huerta.

El resaltado en el texto es propio

Espero sinceramente que la disfruten.


Entrevista al Dr. Héctor Artiles Huerta. médico residente que acompañó a Reverón durante su última internación

(Realizada por Edgar Abreu, Carmen Acosta y Luis Enríquez, y publicada en la recopilación de Juan Calzadilla “Los Laberintos de la Luz. Reverón y los psiquiatras”)

Héctor Artiles Huerta, como joven médico residente fue uno de los médicos de Armando Reverón que estuvo desde su última crisis hasta el instante final con el artista. Para el momento del fallecimiento, Huerta ejercía como joven médico residente del sanatorio San Jorge. Actualmente, tiene 94 años de edad y guarda en su memoria una infinitud de recuerdos sobre sus vivencias en el sanatorio y sus encuentros con el pintor.
En su casa de retiro se dedica a la lectura, a recibir visitantes, a la vida familiar y a reconstruir los últimos momentos del pintor. Es un hombre pausado y jovial. Cuando habla, todo se transforma en una película muy antigua. Las imágenes de una Caracas ya extinta se asoman en cada momento, y sus manos se hacen pasadizos para fantasmas que vienen cargando sacos y fotografías.
Nos abre las puertas de su pequeño estudio lleno de diplomas y libros, y se sienta presto a dar respuesta a todas las interrogantes. Una vieja radio flanquea su escritorio mientras en la cocina se prepara el almuerzo del día. Detrás del escritorio asoman varios ejemplares de su libro Casos clínicos, en el cual se reseñan las historias psiquiátricas de varios pintores venezolanos, entre ellos, Reverón.
Uno a uno señala los títulos de las obras y los nombres de los artistas. Nada parece escapar a su memoria. Impávido en su sillón, da la imagen de ser un retrato, no de un doctor retirado, sino de un galeno que acaba de ofrecer una consulta o charlar con algún artista en problemas. En el bolsillo de su guayabera guarda una pequeña libreta, que le sirvió como agenda buena parte de su vida.
Parece ser el libro de los secretos, y mientras pasa las hojas amarillentas, comienza a hablar.

Armando Reverón es considerado uno de los pintores más importantes de Venezuela, ello se debe al valor de su obra plástica y creativa; pero otro tanto de esa fama le ha venido por la leyenda que existe en torno a su supuesta “locura”. Es común escuchar el calificativo de loco en cuanto a Reverón se refiere.
 A usted, ¿qué opinión le merece esto?, ¿cómo califica a Reverón?

Artiles Huerta: Reverón era paciente del doctor Báez Finol. Tenía mucho tiempo enfermo. Cuando llegó, era su tercera crisis. No hacía el tratamiento porque se desaparecía. Báez Finol lo trajo como un amigo, no como un paciente hospitalizado. Yo lo había conocido de muchacho en Macuto cuando vivía cerca de Las Quince Letras. Cuando estaba bien, era una maravilla, una persona excepcional. Tenía una personalidad muy particular. No se alimentaba bien y sometía a su cuerpo a situaciones extremas. Se amarraba a nivel abdominal una faja que separaba su parte inferior de la parte superior. En esa tercera intervención, el sanatorio San Jorge estaba en estado de mengua, muy mal, deteriorado. Yo, como médico, lo describo como un enfermo que padeció una sintomatología psiquiátrica caracterizada por muchas alucinaciones. De esa última crisis se recuperó y estuvo ocho días antes de morir en el Museo de Bellas Artes. Estaba muy bien, compartió con sus amigos y los allegados a la exposición.
Nosotros, clínicamente, concluimos que la meningitis que Reverón sufrió de niño en Valencia lo afectó mucho, también los factores hereditarios pudieron influir en su enfermedad.

La psiquiatría moderna desarrolló muchas teorías para definir las patologías mentales, a la par de la atención clínica y las distintas variantes de medicamentos. Trasladando esto al caso de Reverón, ¿qué tan confiable fue el diagnóstico psiquiátrico?, ¿puede equivocarse la psiquiatría?

AH: La psiquiatría cumplió con el tratamiento que ameritaba Reverón; pero nada nos garantizaba que fuera a mejorar porque él tenía mucho tiempo enfermo. En esa época no existían los avances de hoy en día, no contábamos con los aparatos para estudiar el cerebro o las herramientas para diagnosticar con mayor precisión. Reverón contó con toda la atención que le pudimos brindar. Ahora han cambiado los métodos y la medicación; pero en ese momento se hizo todo lo posible para que él sanara de su patología.


En la historia del arte existen muchos ejemplos de grandes personajes o creadores que fueron señalados con algún tipo de patología mental, quizás uno de los ejemplos más semejantes a Reverón (por tratarse de un pintor) es Vincent Van Gogh, incluso se puede mencionar a Goya. En este sentido, ¿qué relación guarda la creación o la genialidad artística con la llamada locura? ¿Cómo definiría usted desde la psiquiatría este hecho?

AH: En el caso de Reverón, era un alucinado; sin duda, sufrió una lesión en el cerebro que lo hacía padecer esas crisis. Uno le veía muy bien y de pronto se desplomaba, entraba en estados muy difíciles. Su sistema cerebral no actuaba a nivel normal y se perdía. El artista es un hombre como todos, solo que posee características especiales. Sabemos que en la Historia hay ejemplos de grandes artistas con trastornos psiquiátricos; sin embargo, eso no implica nada, solo que enferman como cualquier persona. El cerebro es un órgano sumamente delicado. Si se lesiona de niño, esa lesión puede estar presente el resto de la vida y manifestarse en una edad avanzada. Salir de un cuadro psiquiátrico severo producto de lesiones es muy difícil. Los pacientes pueden vivir períodos de vida sin alteraciones, pero cuando se manifiesta la sintomatología, lo hace de manera grave. Cuando pintó el Patio del sanatorio, yo estaba al lado de él; antes se había fabricado sus materiales. Otro día amaneció muy bien y se quedó viendo a César, que era el encargado de seguridad en la parte de los hombres, y lo pintó. Esos cuadros son bellísimos.

¿Qué le manifestaba Reverón en los encuentros del sanatorio?

AH: Contaba de todo, de sus viajes, de sus proyectos, de pintura, de El Castillete. Pero lo más especial era cuando recordaba su encuentro con Juanita, a quien conoció una tarde de Carnavales.
En esos encuentros, su manera de expresarse era perfecta. Hablaba mucho de Ferdinandov (un amigo pintor de su juventud) y de lo que compartieron. Su memoria era prodigiosa. Se preocupaba mucho por sus lienzos, al igual que por las muñecas y su mono. Los días que estaba bien salía a fabricar sus pinceles o a ver el patio. Era un hombre sumamente sereno cuando se concentraba en algo. Tenía cualidades de profesor. Pintando el cuadro del patio del sanatorio, me decía: “Mire, doctor, cómo sale el árbol”. “Mire dóctor, aquí, la sombra”. “Mire, como se va haciendo esto”. Utilizaba los dedos para pintar con una habilidad tremenda, no le hacían falta pinceles.


Desde el punto de vista social, se puede definir a Reverón como un personaje fuera de lo convencional, un transgresor de los moldes. ¿Cree usted que su comportamiento obedecía a una rebeldía?

AH: No era rebeldía, era una enfermedad que afectaba su cerebro e incidía en el comportamiento. Cuando estuvo en Europa, nunca enfermó. Él tenía grandes proyectos y mantenía una normalidad en su vida. Se enamoró de Juanita y juntos construyeron un hogar. De esa manera actúa un hombre normal. Desarrolló su arte. Pero, sin duda, hizo grandes esfuerzos toda su vida. Era una mente creativa que luchaba contra su enfermedad, esto es muy difícil. De pronto estaba pintando, concentrado en su obra, y en medio de las crisis dejaba todo, se olvidaba de la pintura y decía: “Ya, ya, ya, no pinto más”. Las enfermedades de la mente son impredecibles.

¿Se aprovechó de la obra de Reverón gente vinculada con el arte? ¿Cree usted que el calificativo “loco de Macuto” fue la estrategia para aprovecharse económicamente de Reverón?

AH: Claro que sí, prácticamente lo robaban. Por un cuadro le daban cinco u ocho bolívares. Era muy inocente, los daba por nada, a veces los cambiaba por cosas sin ningún valor o utilidad. La obra de Reverón no está totalmente catalogada. Hay gente que tiene un Reverón en su posesión y nunca lo ha mostrado. Los coleccionistas y gente adinerada fueron los principales vivos. En esa época no había leyes que protegieran a los artistas o a los creadores, y Reverón era un hombre sumamente desvinculado del mundo. Sin duda alguna, muchos se aprovecharon de él.

Con respecto a Juanita, la compañera de Reverón, ¿qué nos puede decir?, ¿llegó a conocerla?,¿qué impresión le causó?

AH: Era una mujer maravillosa. Murió mucho tiempo después. Lo cuidaba mucho y estaban enamorados de verdad, no como ahorita que se ven todos esos novios que de novios no tienen nada. Sufría cuando lo veía mal y subía a visitarlo al sanatorio con la esperanza de que mejorara como un hombre normal. Vivió momentos difíciles y sabía quién era Reverón. En el sanatorio, Reverón preguntaba por ella y siempre pedía que la cuidaran.

¿Quién debe entender a quién, el arte a la psiquiatría o la psiquiatra al arte?

AH: La psiquiatría como profesión y ciencia es muy rica, igual que el arte. Los dos campos del mundo son parte de la historia de la humanidad. Pero el arte debe entender a la psiquiatría porque es una ciencia nacida para ayudar a la mente. Hay artistas que son una maravilla, otros padecen desequilibrios. Allí es necesaria la psiquiatría para entender a ese artista, para saber por qué hace eso. Casos así hay muchos en el mundo de la creación.

¿Cómo vivió la muerte de Reverón?

AH: Eso fue horrible, un día trágico. Era sábado y las enfermeras me llamaron a la habitación. Reverón tenía una insuficiencia cardiaca muy grave, estaba muy mal. Nosotros ya habíamos comunicado la situación a la prensa y a los medios de comunicación del momento. Se trataba de un personaje público, él era Venezuela pura, como un gran deportista o una gran personalidad. Desde el mediodía había empeorado mucho y falleció a las dos y media de la tarde. Ese día se fue el pintor del pueblo, un hombre humilde, sin ninguna otra aspiración que pintar sus cuadros y regalarnos con su arte el retrato de nuestro país.

¿Cómo se debe recordar a Reverón?
AH: La historia debe rehacerse, ya que se han falseado muchas cosas sobre Reverón, especialmente con respecto a su enfermedad. El estigma de loco le ha hecho mucho daño a la verdad. En vida se le llamaba el “Loco de Macuto”. Una gran mentira porque Reverón no era ningún loco, era un gran hombre, estaba mejor ubicado en la vida que muchos que se llaman cuerdos.  Su obra así lo demuestra, ese es el mejor testimonio de su grandeza. Hay que imaginarse a un hombre con ese talento, con esas cualidades para la pintura, construyendo todo un mundo mientras luchaba con sus padecimientos de salud. Estar enfermo no es ningún delito, es parte de la condición humana.
Cualquier persona puede sufrir algún inconveniente psiquiátrico y sobreponerse. Sin duda alguna, el caso de Reverón es excepcional. A pesar de su enfermedad, nos legó una obra monumental, y eso tiene un valor inmenso.

(En la próxima entrega compartiré fotos del Castillete y de las esculturas textiles del artista Armando Reverón)
                                                            Hasta la próxima amigos!!!


viernes, 21 de julio de 2017

Armando Reverón II - Baez Finol y el psicoanálisis culturalista

                          (Autorretrato que registra cómo tiene puesto el silicio para pintar)

Hola amigos.
En esta oportunidad es un placer compartir con ustedes fragmentos de la conferencia que el Dr. Báez Finol, ofreció en el año 1955, en Caracas, luego de la muerte de Armando Reverón.
Estuvo inédita hasta el año 1981, cuando fue publicada por Francisco D´Antonio. Es un texto fundamental para aproximarse al período vivido por Armando Reverón en el sanatorio San Jorge de Caracas, Venezuela.
Pero también, representa un hallazgo para aproximarnos a la mirada culturalista en psiquiatría.


Tal como he compartido en otro trabajo, los culturalistas constituyeron una corriente de psicoanalistas que prestaron atención a la advertencia del antropólogo Edward Sapir respecto del carácter de las especulaciones antropológicas elaboradas por Freud, particularmente las que esbozó a partir del texto Tótem y Tabú en 1912.
Los culturalistas reconocieron la validez del método psicoanalítico, pero rechazaron de plano las teorías especulativas freudianas.
En cambio, aplicaron en profundidad el clásico método de inferencia clínica, descripto en el Corpus Hipocrático, a partir del cual la experiencia vital y concreta de cada paciente se constituye en la fuente de validación analítica.


Este grupo de médicos, que profundizó el método hipocrático, pronto se dio cuenta que la "herida narcisista" del discurso freudiano profundizaba en gran manera la angustia de los pacientes agudos.
Pero por lo que vale la pena revisar este  abordaje particular es porque este grupo obtuvo gran éxito en psicoanalizar a psicóticos y conseguir la remisión de los síntomas, algo imposible según Freud.  




El siguiente informe nos permite observar cómo el Dr Baez Finol analizó la patología psiquiátrica de Reverón de una manera integral. Es decir, presumiendo sus antecedentes de encefalitis, y tratando de interpretar la conducta adaptativa  del “Universo reveroniano” para comprender el mundo que el paciente había construido.
Además, el registro objetivo del mundo propio del paciente le permitió desde la clínica observar cómo tal universo se disipaba con la remisión de las crisis psicóticas.
Me tomé la libertad de subrayar en negrita las frases que pueden ofrecernos pistas sobre este tipo de psicoanálisis, que respeta al paciente, procura no hacerle daño, y en cambio, ofrece soporte psíquico mediante establecer una relación terapéutica con el paciente, con el firme propósito de contener su angustia y contribuir a la superar las crisis.



El éxito obtenido mediante este abordaje psicoanalítico, ampliamente documentado, introduce la reflexión sobre la enorme medicalización de los problemas mentales en la actualidad., y cuestiona el carácter irreversible de las categorías psiquiátricas descritas en el DSMS.
El modo en que tal manual resulta funcional a la rentabilidad empresaria (compañías farmacéuticas, manicomios, y amigos de lo ajeno) es un tema que excede el tema de esta serie sobre Reverón.

Espero sinceramente que disfruten del informe.





Conferencia del Dr. José A. Báez Finol,1955

Dice Erasmo de Rotterdam en su libro El elogio de la locura, que Homero, para ensalzar a Telémaco, lo llama frecuentemente “atolondrado” y que los poetas griegos, en sus tragedias, daban a menudo este epíteto a niños y a jóvenes, considerándolo de buen augurio; tal parece haber sido el caso de nuestro Armando Reverón (a quien) alguien le dijera algo semejante y al referírselo él a uno de sus maestros, este le replicara: “Te felicito, Armando, porque te sacaron del montón”. Y en efecto aquel feliz augurio se vio completamente realizado, cuando a través de los años Armando Reverón fue destacándose hasta convertirse en un genial representante de nuestra pintura.
De manera, pues, que lejos de lesionar su personalidad haciendo un bosquejo a vuelo de pájaro del proceso de su enfermedad, lo que pretendemos es hacer conocer una parte interesante de la vida del artista. Hombre interesante este Armando Reverón, y si recordamos lo que dijo López Ibor: “En todo hombre interesante hay algo de dinamita”, este pensamiento se concreta en Reverón, pues ha sido un auténtico revolucionario de nuestra pintura.

Conocemos en la literatura una lista de grandes hombres mentalmente enfermos. Se discute todavía hablando del estado mental de Van Gogh, si era un epiléptico o un esquizofrénico, pero es lo cierto que la actividad más intensa de su vida parece haber sido la de su mayor productividad psicótica. Todos estos ejemplos ponen directamente sobre el tapete la eterna discusión sobre Genio y Locura, dónde termina lo normal y empieza lo patológico.
En Reverón se daba el caso interesante de que cuando estaba psíquicamente perturbado, cuando su enfermedad mental hacía esas tremendas crisis agudas alucinatorias, su producción artística decrecía hasta llegar a hacerse completamente nula; cuando comenzaba nuevamente su recuperación mental recobraba paralelamente su extraordinaria sensibilidad plástica.
El deseo de trabajar en su arte era el signo más completo de su recuperación anímica y era un hecho cierto que de no sorprenderlo la muerte habría continuado creando nuevas obras para su propio deleite y de los admiradores de su arte. En ninguna de esas obras ni en las pintadas a raíz de su primera crisis mental aguda de 1945, ni en las producidas en su última hospitalización, se observa signo alguno de deterioro; todo lo contrario, hay un resurgimiento completo. En Reverón, lo artístico y anímico eran cosas que marchaban paralelamente.
Esto explica en gran parte que, en todas sus composiciones, apuntes y dibujos, no se advierta ningún rasgo de flaqueza espiritual, ningún signo donde podamos descubrir características de su estado de enfermedad mental. Ninguno de sus cuadros fue hecho o ejecutado en trances agudos semejantes y por esa razón no se advierte fenómeno alguno que pueda traducirnos en sus diferentes cuadros su locura.
Tal la eterna discusión sobre Genio y Locura, el deslinde preciso de dónde termina lo normal y empieza lo patológico.
Me parece difícil contestar ese problema y solo un examen cuidadoso de cada caso particular nos podría dar la respuesta definitiva.
En nuestro Armando Reverón encontramos el dato proporcionado por sus compañeros, que siempre poseyó una personalidad rara. Pero el hecho cierto que no admite ningún género de duda es el de que Reverón, como Van Gogh, padeció de perturbaciones mentales agudas que hicieron necesario un tratamiento intensivo.
Estableciendo comparaciones entre uno y otro artista, no podemos afirmar que la mayor productividad de Reverón coincidiera con sus etapas de mayor enfermedad psíquica, como sucedía en Van Gogh.
Reverón poseía, como el gran Leonardo da Vinci, la escritura en espejo, lo cual es considerado como una característica de los individuos zurdos. Esto tiene importancia para demostrar que los dos hemisferios cerebrales, aunque anatómicamente iguales, no son equivalentes y que en Reverón, debido a su izquierdismo primitivo, hecho después ambidextro por razones de educación, había un predominio del hemisferio derecho.

Cuando traté por primera vez a Armando Reverón en el año de 1945 tenía 56 años de edad.
Había ingresado a la clínica por dos razones importantes: la primera, porque desde hacía meses venía presentando trastornos de tipo mental agudo; y la segunda, porque se había descuidado en la pierna derecha una tremenda ulceración que lo incapacitaba totalmente para efectuar cualquier tipo de trabajo; incluso la movilización era sumamente dolorosa. Había permanecido dos días y dos noches en la Escuela de Artes Plásticas, aferrado a no dejarse ver por ningún médico ni a concurrir a ninguna clínica; sin embargo, merced a los esfuerzos de su amigo de siempre, Manuel Cabré, y de los hermanos Monsanto, Bernardo, Antonio, Edmundo, pudo Reverón ser ingresado al sanatorio; cargado por estos amigos llegó al sanatorio, ya que estaba imposibilitado para caminar. Su actitud era sociable y cordial hasta donde puede ser sociable y cordial un ser humano con la tremenda miasis que se había dejado nacer en el pie, dejando que las larvas proliferaran. Venía con una actividad motora considerable y, a pesar de la lesión que presentaba en la pierna, continuamente ejecutaba movimientos. Se mostraba exaltado, por momentos irritable y observaba una conducta absolutamente desordenada.

Su lenguaje era completamente incoherente y la asociación de ideas era tan desordenada que no se comprendía lo que hablaba.
Como una muestra de la charla deshilvanada y absurda del Reverón de aquella época, puede leerse en la historia lo siguiente:
(…) Todo por el centro, el doctor por en medio escribiendo y los enfermos por los lados preguntando qué desean”. (...) “He hecho dos cruces para demostrar cuatro y cuatro”. (...)
“Yo no sé por qué se cayó la cocina estaba acostumbrado del lado de acá; el cuadro de los Monteroles significa que están hechos de una cosa como si fuera el monte.
Se advierte fácilmente que las ideas no fluían de manera lógica y coherente, sino completamente bloqueadas unas de otras.
En sus reacciones emocionales se notaba un estado de ánimo agitado. Su actitud facial era la de un continuo de mímica.
Parcialmente desorientado en el tiempo, pues ignoraba la fecha y el día, pudo fácilmente decir que estaba recluido en una clínica pero que no veía ningún enfermo, a pesar de los varios que existían. Cuando se le preguntaba la razón que había tenido para descuidar tanto su lesión del pie hasta el punto de haber dejado que proliferaran incontables larvas, expresaba que era gran admirador de la naturaleza y que esas larvas también tenían derecho a vivir.

A pesar de su gran desorden psíquico, Reverón salió de la clínica tres meses después rejuvenecido y regresando a Macuto, a donde se dio por entero a su labor.
Era muy parco al hablar de asuntos familiares y cada vez que se le interrogaba se inhibía profundamente, y ese estado de inhibición relativa no lo abandonó ni siquiera en los últimos momentos de su vida.
No fue lactado por la madre sino por una nodriza. A los dos años fue llevado a Valencia.
El joven Reverón era sociable y juguetón en aquellos tiempos; con sus compañeros se bañaba en el Cabriales y con flejes de barriles macheteaba los peces dentro del río. Posiblemente esto lo llevó a contraer una fiebre tifoidea alrededor de los doce o catorce años de edad y desde entonces experimentó un cambio en su personalidad: se volvió retraído y le gustaba permanecer mucho tiempo en su casa; el médico y sus padres opinaron que no volviera al colegio porque el cerebro no andaba bien.
Haciendo una hipótesis retrospectiva, es muy probable que Reverón haya presentado una inflamación del cerebro y de sus envolturas, una verdadera encefalitis que contribuye a explicar la personalidad rara que lo acompañará después en el transcurso de su vida. Ya para esa época rasgaba pedazos de sábanas y en ellos pintaba casitas y paisajitos con agua de cola.
Es obvio decir que de esa primera estadía de Reverón en la clínica (1945) salió física y psíquicamente recuperado; regresó nuevamente a su pintura y produjo una gran cantidad de cuadros cuya calidad artística han podido admirar Uds. en la presente exposición
Reverón se negó a pintar en el sanatorio y tan solo conservamos un dibujo a lápiz-tinta que hiciera de mi persona. Se negó a pintar porque decía que él allí no había venido a pintar sino a curarse, pero ya de regreso al rancho de Macuto agarró de nuevo los pinceles con el entusiasmo de siempre.
En el enfermo mental común se observa generalmente una tendencia a dibujar y a pintar, y la interpretación es valiosa para la mejor comprensión del caso; en Armando Reverón sucedía lo diametralmente opuesto, pues al enfermar se colapsaba su pintura.
Cuando Reverón ingresa por segunda vez a la clínica el 23 de octubre de 1953, ya hacía tiempo que venía enfermo, aproximadamente desde noviembre de 1952. Vivía en un estado de completa dejadez y como poseía un carácter fuerte no permitía los cuidados de aseo más elementales.
Juanita, la paciente y consecuente esposa del artista, hacía lo que materialmente le era posible hacer, pero en realidad la situación de Reverón era lamentablemente dantesca. En esa época yo había sufrido un accidente desgraciado que me tenía inmovilizado en cama, pero una vez que pude agarrar mi maletín fui a visitarlo y lo encontré profundamente alucinado auditivamente: oía la voz de María Santísima y del Padre Eterno que le ordenaban a dónde debía dirigir sus pasos. En vista de esa situación y a ruego de Juanita, su amigo de siempre Manuel Cabré, su amigo y admirador Armando Planchart y yo, en una mañana soleada del mes de octubre de 1953, fuimos a buscarle.

Con una docilidad de la cual yo mismo quedé sorprendido, nos vinimos en el Cadillac, manejando Armando Planchart, Manuel Cabré adelante, y yo en la parte posterior del automóvil con Reverón. Verificaba ruidos con la boca y hacía esfuerzos para echar afuera esa molestia interior, lo cual no dejaba ciertamente de preocuparnos a los tres que veníamos acompañándolo. Ejecutaba movimientos laterales constantes con los miembros superiores y repetía de manera continua, ya hospitalizado: “Mientras yo tenga eso no puedo dormir con la señora”. La charla coherente por momentos se hacía completamente inconexa e incomprensible.

Para el día 23 de noviembre (luego de un mes de internación) encontramos que el cuadro mental se ha modificado favorablemente de manera considerable y estuvo cuatro días sin verificar los ruidos estertóreos y soplidos con la boca; se le ha visto más cuidadoso en su persona y se baña regularmente después de los tratamientos. Aprovechamos la oportunidad de convencerlo para afeitarse la barba y el cabello, que constituían para ese entonces el problema higiénico de mayor magnitud: gatoso como estaba, se olvidaba de las nociones más elementales de aseo; cuando comía, los desperdicios se esparcían por su enorme barba de “Padre Eterno”, como él mismo solía llamarse, y eso produjo lesiones de dermatitis en la piel de la cara.
Se ha considerado como una gran irreverencia haberle rasurado la barba a Reverón, pero consideren Uds. si no fue una cosa necesaria y perentoria hecha en beneficio de la salud del paciente. Por lo demás, él mismo se prestó de mil amores y no hubo otra complicación a este respecto.
Su vida transcurría plácidamente dentro de la Institución y cuando se le hablaba de regresar a Macuto preguntaba si lo estábamos corriendo; no quería regresar sino cuando estuviera bueno.
A pesar de no haberse librado por completo de sus alucinaciones, Reverón ya esbozaba una crítica sobre su estado y se daba perfectamente cuenta de que esas sensaciones extrañas no eran normales, por lo cual decía: “A eso lo mejor es no hacerle caso”.
Concurría a menudo a las exposiciones verificadas en este museo y en la exposición de Rafael Ramón González estuvo discutiendo los valores pictóricos de sus distintos cuadros. Eso demuestra claramente una conservación completa de los conocimientos adquiridos, aun en medio de la crisis aguda por la cual todavía transitaba.
Es interesante hacer notar que Reverón, cuando se le sugería que pintara algo, decía: “Hoy no tengo ganas, yo solo pinto cuando tengo ganas”, y así era en efecto, de manera que actuando suavemente era la mejor manera de orientarlo.
Con toda la amplitud del caso, Reverón escogía sus modelos dentro del personal y de los pacientes hospitalizados, observando que todo fuera espontáneo de ambas partes. Y pudimos establecer que no solo el pintor mejoraba con este sistema de terapéutica ocupacional basada en su propio arte, sino que muchos de los modelos, estimulados porque se sentían importantes posando para Reverón, también experimentaron una mejoría sensible de sus cuadros psíquicos.
Para el psiquiatra el concepto de lo mágico desempeña un papel particularmente importante; el pensamiento mágico y la actuación mágica constituyen características de un sinnúmero de estados mentales, el simple acto de pensar o de gesticular es la traducción efectiva de conseguir un objetivo o de llevar a la realidad un deseo o impulso determinado. Ello se observa muy claramente en Reverón, quien antes de pintar se rodeaba de todo un ceremonial o ritual predeterminado: usaba una vestimenta especial, parte de la cual han podido ustedes observar en el ambiente reveroniano colocado a la entrada de la presente exposición; ejecutaba una serie de movimientos, calzaba unas sandalias especiales, y después de toda esa serie de preparativos atacaba el lienzo y pintaba apasionadamente. Era casi como el ritual de un sacerdote ante el altar sagrado.
Pero hay algo más en todo ese proceso de usar amarras apretadas alrededor de la cintura, en los brazos y las piernas; con estos artificios sobrevenía una falta de circulación sanguínea, lo que traía inmediatamente como consecuencia un adormecimiento de los diferentes segmentos afectados, y esta forma de anestesiarse, aunque fuera parcialmente, era la mejor manera que tenía de alejarse de su propio yo, de ponerse insensible y de trasladar toda su esencia y presencia a los confines de la propia tela.
Esa manera de pintar girando continuamente en movimientos, acercándose para retirarse luego, tocar el borde de la tabla para seguir dando pinceladas, no constituye otra cosa sino la forma de objetivar su pensamiento presente en su personalidad.
Reverón hablaba de una manera simbólica y cada palabra representaba un concepto, un contenido, un pensamiento; era una manera de hablar neologística, pero en la cual traducía su manera de actuar y de pensar.

La existencia de un cuadro de hipertensión arterial nos hizo ser sumamente cautos en el tratamiento.
Obligatoriamente prescribimos un régimen medicamentoso y una dieta alimenticia adecuados, los cuales dieron resultado apetecible, pues el paciente trabajaba en su pintura sin dar grandes muestras de cansancio; esa mejoría le permitía igualmente salir con frecuencia acompañado de un enfermero y muchas veces conmigo mismo. Otras, no quería salir para ninguna parte esperando la visita de Juanita, quien regularmente lo visitaba.
Reverón fue durante toda su vida un carácter esquizoide y por ello entendemos una personalidad rara, alejada de la realidad, aislado del trato normal con las personas, aunque sus contactos con la realidad permanecieron superficialmente imperturbados.
(…..)
El carácter esquizoide como el de Reverón de vez en cuando hace sus crisis de verdadera enfermedad, de verdadera esquizofrenia como sus crisis del 45 y la última del 52.
Reintegrado nuevamente a la clínica, continuamos el tratamiento psicoterápico preciso que veníamos efectuando.
El componente místico-religioso que tan presente había estado desde su ingreso fue desapareciendo lentamente hasta borrarse por completo, y esta mejoría definitiva de Reverón nos hizo formular planes para llevarlo a Macuto dentro de poco tiempo. Pero el día 18 de septiembre de 1954, a las 3:45 de la tarde, sufrió de un cuadro de hemorragia cerebral de carácter grave que lo dejó sin vida tres horas después. Ya a las 6 y 43 minutos de la tarde Reverón se había apagado, pasando definitivamente a la inmortalidad.
Diez días antes había visitado el Nuevo Circo (el Circo de Toros, como él decía) porque deseaba pintar un cuadro, para lo cual necesitaba el caballete grande, sus muñecas, los cuernos de un toro guardados allá en uno de los caneyes del rancho, y la confección de un traje especial porque en la composición figuraba una Manola a la usanza de Sevilla. Este fue el último cuadro que vislumbraron sus pupilas y que no pudo realizar. Todo lo planeó perfecta y artísticamente, y cuando seis días antes de sufrir la hemorragia cerebral que le causara la muerte almorzó en mi casa, el tema durante todo el ágape fue la corrida que iba a pintar en el Nuevo Circo.
Había olvidado por completo el contenido místico-religioso del lenguaje presente cuando ingresara a la clínica, cuando era el “Padre Eterno”, Juanita una virgen y oía las voces de los santos apóstoles ordenándole lo que debía hacer. Todo hacía prever que planeáramos su regreso a Macuto para el mes de octubre, pero no pudo ser así y ahora nos queda el vacío de la inconformidad por la pérdida de nuestro admirado amigo.



La Conferencia en su totalidad está disponible en la compilación de Calzadilla “Los Laberintos de la Luz. Armando Reverón y los psiquiatras”



                                                          Hasta la próxima amigos!!!